Revista Ya: El Mercurio «Todos somos sicosomáticos»

Marcela GuerraEsta médico-cirujano echa por tierra la antigua creencia de que sólo algunas personas, aquellos pacientes que la literatura describe como «sicosomáticos», son capaces de provocarse enfermedades. Al revés. Para la doctora Marcela Guerra –que amplió su campo terapéutico desde la radiología a la magnetoterapia y las esencias florales–, la posibilidad de generar salud tanto como enfermedad están dentro de uno mismo.
Por Paula Andrade.
Fotografía: Carla Dannemann

Tiene la agenda completa. La doctora Marcela Guerra trabaja como radióloga, docente y terapeuta. Pero se da tiempo. Se detiene. Respira. Y en este ejercicio, tan básico y natural, se aloja el germen de su propia salud: ‘El estrés continuo pone en un estado de alerta que se llama hipersimpaticotonía, y es un estado que termina causando una serie de enfermedades. Por eso es importante darse tiempo, permitirle al organismo y a la mente un ratito de paz’, explica esta médico cirujano que se especializó en radiología.

Marcela Guerra (53 años, dos hijos) fue docente de la Universidad de Chile durante veinte años y ahora dicta clases sobre terapias complementarias en la Universidad Pedro de Valdivia y en el Instituto del Medio Ambiente. En este lugar creó la malla curricular de la carrera de ‘salud natural’, de modo que no sólo ejerce como terapeuta sino que además les enseña a otros cómo hacerlo.

En su consulta particular hay una serie de curiosos instrumentos con los cuales ejerce la terapia floral, la terapia de imanes y la sintergética, un sistema que trabaja con distintas medicinas y filosofías en forma colaborativa. Aquí es donde entrega interesantes claves de la salud de la mujer.

–Lo primero es lo primero: ¿por qué no está de acuerdo con la descripción clásica que la literatura médica hace del ‘paciente sicosomático’?

–Cuando estudiaba medicina, los libros describían al ‘paciente sicosomático’ como una persona cuya sintomatología física era una expresión de un conflicto emocional. Por ejemplo, el colon irritable o la fibromialgia. Pero para mí hoy, desde que adopté el paradigma de las medicinas orientales, la mayor parte de los pacientes son sicosomáticos. Las mujeres, los hombres, los niños.

–Es decir, ¿todos somos capaces de causarnos una enfermedad?

–Todos. Y no sólo eso: desde este punto de vista, la mayoría de las enfermedades tienen una raíz mental o emocional.

–¿Cómo es eso?

–Esto lo explica un doctor occidental, el médico alemán Ryke Hamer. Lo que pasa es que hay una tríada entre siquis, cerebro y soma (cuerpo). Primero se produce una alteración emocional fuerte. Así se explica el cáncer, por ejemplo. Tienes una emoción violenta, dramática e inesperada. La emoción (rabia, pena, desesperación) es tan grande que te podría matar, entonces el organismo hace una maniobra de salvataje archivando esa información en un lugar del cerebro. Allí queda, como si fuera un foco epiléptico. ¿Para dónde sale? Hacia el órgano con que ese sector del cerebro está conectado y uno o dos años después te aparece un tumor. La mujer que bruscamente se sintió abandonada o engañada, uno o dos años después sufre un cáncer de mama.

–¿Eso demora en incubarse una enfermedad? ¿Uno o dos años desde el hecho síquico?

–La enfermedad emerge cuando el conflicto emocional comienza a equilibrarse. Hamer explica de este modo la mayoría de las enfermedades crónicas severas y las autoinmunes, en las que tú te atacas a ti misma.

–¿Qué pasa en el caso de las enfermedades que no son severas?

–La mayoría de las enfermedades cotidianas, menos graves, se originan por una falta de pausa, por estrés. Por eso es tan importarte aprender a hacer pausas diarias. Meditar un ratito, mirar hacia adentro. Si la persona es religiosa, que ore. Si no lo es, que lea algo agradable. No se trata de ir a tomar un café y pelar. Es justamente lo contrario: estar en quietud.

–¿Con ese simple acto se evitan enfermedades?

–Claro. El estrés continuo te hace tener un estado de alerta todo el tiempo. Se llama estado de hipersimpaticotonía. Estás como saltón, inquieto. Entonces, cuando vuelves a la pausa, haces que todo tu organismo y tu mente tengan un ratito de paz y vuelvan al equilibrio. Por eso disciplinas como el tai–chi, el yoga, el arte o manualidades meditativas son tan recomendables: te llevan al estado contrario, que se llama parasimpaticotonía o de relajación.

MUJERES Y MILAGROS

Marcela Guerra realiza ecotomografías en el Centro Radiológico Fleming de Santiago. Apenas ve entrar a sus pacientes, sabe con qué estado de ánimo vienen. Así de fina se ha puesto su percepción. Mejor que eso, aprendió a decir las palabras precisas para que los enojados liberen su rabia y los que están tristes se desahoguen. ‘Yo no la conozco a usted y usted no me conoce a mí. Permítase llorar tranquila’, le dijo una vez a una mujer con cáncer, que no se atrevía a revelarles la enfermedad a sus hijos.

–Según su experiencia, ¿de qué nos enfermamos las mujeres?

–Lo que más me toca ver en radiología son las enfermedades a la tiroides. Es impresionante: Chile es el segundo país del mundo con más cáncer a la tiroides. Si le preguntas a tus amigas, te vas a dar cuenta de que la mitad está tomando Eutirox.

–¿Cómo se lo explica?

–Desde el punto de vista oriental, tiene que ver con el quinto chakra, el quinto centro, que está relacionado con la expresión de las emociones. En Chile somos de doble estándar: pensamos una cosa, sentimos otra y actuamos de otra manera. Cuando uno es asertiva, los demás la consideran mal educada. Curiosamente, la misma persona que se enferma de la tiroides se va a enfermar de la columna cervical, que también corresponde al quinto centro, la zona del cuello.

–Tenemos siete chakras, ¿no?

–Claro. El cuerpo humano no sólo cuenta con un cuerpo físico, sino con un campo energético que tiene ciertos centros de gran concentración de energía. Se describen siete y son llamados chakras. Si te imaginas el campo energético humano como una red de calles de una ciudad, los chakras son las rotondas. Energéticamente funcionan en pareja. Por eso, volviendo a la tiroides, las enfermedades de quinto centro se relacionan directamente con las de segundo centro, segundo chakra, que es todo lo ginecológico. Una congestión a nivel ginecológico da una depresión energética a nivel de quinto centro. Entonces, tú tienes un mioma uterino por congestión, algo que creció, y algo que funciona mal a nivel del quinto, porque no le llega energía. Son las mismas personas que cuando niñas sufrían de amigdalitis o que viven con carrasperas. No saben pedir lo que necesitan ni expresar adecuadamente lo que sienten. Callan su enojo, su frustración o su tristeza.

–¿Cree que especialidades médicas como la gineco–obstetricia deberían ser especialmente receptivas a las variables sicosomáticas?

–Todas las especialidades médicas deberían serlo. Por ejemplo, sería maravilloso poder darle flores de Bach a una paciente que se va a operar para que no tuviera miedo. Soy una convencida de que así se podrían disminuir muchas complicaciones quirúrgicas.

–¿O sea que el miedo es una emoción que puede funcionar como precursor de una enfermedad?

–Por supuesto. ¿Por qué crees tú que los médicos son los pacientes que terminan con las complicaciones más exóticas? Porque tienen en su mente esas complicaciones exóticas. No te olvides de que todo es energía: lo que piensas, lo que sientes, lo que haces. Según el paradigma oriental, la energía sigue al pensamiento. Entonces, si estás todo el día pensando que te va a dar cáncer, lo más probable es que te dé. Si como adulto sigues pensando y sintiendo que eres víctima de la vida, que tu papá no sé qué, que tu mamá tal cosa, vas a recibir eso mismo, porque vibratoriamente estás llamando la energía de la víctima, la recuerdas constantemente.

–¿Pasa así con todas las emociones?

–Retomando la definición del doctor Bach, toda emoción es una energía. Hay emociones en defecto y en virtud. Cuando la emoción es dañina para ti o para el resto, puede generarte una enfermedad. La ira es energía de acción. La persona iracunda debe aprender a usarla y hacer miles de cosas, en vez de enojarse. En cambio, la persona tristona debe aprender a usar esta tendencia y transformarla para ser más reflexiva.

–¿Cree que hay momentos en la vida de la mujer que la hacen más propensa a generar enfermedades?

–Por supuesto. La menarquia, el embarazo y la menopausia. Son momentos muy delicados en la parte emocional. La mujer se pone muy sensible y permeable a lo que pasa en el ambiente. Se pone cambiante y eso le influye en su propio organismo.

–¿Le ha tocado observar una asociación entre estos momentos delicados y ciertas enfermedades?

–Sí, claro, la enfermedad tiroidea. Es clásica. Aparece en la menarquia, con los embarazos o con la menopausia, cuando se desbanda todo lo hormonal. Esto lo conocen las antiguas culturas. De hecho, las indias sioux, apenas saben que están embarazadas, pasan el día en el bosque, se alejan de la vida cotidiana, para que su organismo engendre un niño equilibrado y sano.

–¿A qué bosque nos podríamos ir las santiaguinas?

–La mujer tiene un papel fundamental. Podemos cambiar la sociedad, hacerla amable. Teóricamente deberíamos ser como úteros, personas acogedoras, hacedoras de espacio. Pero hacemos lo contrario: salimos a la sociedad con el arquetipo masculino, con exceso de yang, exceso de movimiento, hacemos miles de cosas y no nos dejamos espacio ni pausa, ni se la hacemos al resto. Estamos hablando de lo cotidiano: una palabra amable, escuchar con respeto, una sonrisa, agradecer, aprender a tener más quietud, pero con mucha firmeza.

–Sinceramente, ¿cree que tenemos el poder de hacer ese cambio?

–Sí, y produce milagros en la vida cotidiana. Pero para que suceda, las personas tienen que hacer un cambio profundo, en su mente y sus emociones, y eso necesariamente acarrea un cambio en su espiritualidad. No estoy hablando de religión, sino de la capacidad de hacer sagrado todo lo que uno piensa, habla, siente y hace. De hecho, cuando observas a los pacientes que se han sanado ‘milagrosamente’ de un tumor, han tenido una transformación tremenda en su forma de pensar y vivir la vida. No pasó el cáncer y siguen siendo los mismos. Eso no ocurre.

–¿Quiere decir que sin cambio espiritual no sirve la terapia?

–Sin cambio espiritual, la persona se va a sanar de esto, pero se va a enfermar de lo otro. Te operas la vesícula, pero te enfermas del hígado. Es como un chip defectuoso que queda siempre dando esa información. La enfermedad es una oportunidad de aprendizaje. Así debería asumirse. La vida entera es un aprendizaje. Se trata de aprender a adaptarse al estímulo que el medio ambiente te da en ese momento. Tienes que pensar que, si emerge una enfermedad, es porque hay algo que estás haciendo para no ser feliz. Paula Andrade.

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